
Yo miro las tetas de las mozas de los lugares a los que concurro munido de mi morral y boina, también les miro el culo. No sólo miro, también les hablo. Les hablo en el idioma de los estruendos. Les pido una moneda, pongo mi boina y espero que el milagro se realice. La mayor parte de estas ocasiones en que sin dudar un segundo dejo mi propina, les aclaro a esos culos y tetas esquivos que la moneda angelical que no me dieron no tiene nada que ver con esta dádiva que estiro como cualquier burguesito que no se atreverá a nada.
Pero yo me animo. Soy el sátiro de la rosa roja. Espero a esas mozas esquivas a la salida de su trabajo y en el momento menos esperado, en la parte más oscura de la calle, les salgo al cruce y les entrego mi flor.
Cuando alguna de ellas atina a decir algo, pongo un dedo en sus labios y me marcho en silencio.
Nunca más vuelvo a ese bar.
1 comentario:
Excelente, muy bueno tu blog. Felicitaciones
M.
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