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Justiciero de las horas perdidas

martes, 27 de febrero de 2007

Tiempo


Un alba sangrienta.
El castillo se rompe cuando los rubíes se evaporan, gordos, en una zancadilla del tiempo.
A paso furtivo, en la biblioteca, la esperanza compra enigmas al deseo.
Una boca que abre y muestra sus armas en la mesa del fondo, de frente a la inocencia.
No hay justicia.
Tu poder termina chocando contra un cuerpo imposibilitado de soñar.
No hay justicia.
Pico que abre un surco en la desteñida aventura de la crepuscularidad.
Tu diente muerde carne enferma.
El sol es un zumbido de luz.
Una luciérnaga que te pone en aviso con un epigrama de sombras.
Sólo te asusta que los días no alcancen.
Que los labios de tu juego no besen convenientemente al tiempo.

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